Artículo 3

"Por qué no ser también elegane en verano"
Por José María López-Galiacho

Publicado en el diario "El Mundo" y "Expansión" en junio de 2015
www.elaristocrata.com

Si hay dos palabras que con las que hoy la elegancia parece estar enfrentada y sin visos de una pronta reconciliación, esas son “comodidad” y “calor”. La búsqueda a toda costa de la primera ha traído como consecuencia un relajamiento atroz de las normas más básicas del buen gusto. El calor, por su lado, ha acercado erróneamente la vestimenta de playa a prácticamente todas las calles de nuestras ciudades. Sin embargo, ni la comodidad ni el calor deberían ser condicionantes de nuestra forma de vestir sino, por el contrario, tendrían que animarnos a introducir nuevos colores, tejidos, cortes y prendas con los que vencer elegantemente las altas temperaturas.

Cada prenda cobra sentido en su ambiente natural siendo igual de inapropiado presentarse en la piscina con un precioso esmoquin que pasear por la ciudad en chancletas de goma y pantalones cortos. No caigamos en la tentación de vestir un traje de chaqueta sin corbata. Para estos casos mejor optar por un dos piezas – una chaqueta y un pantalón de diferente color. La luminosidad y el color del verano obligan a cambiar los invernales trajes azul oscuro y gris marengo por tonalidades más acordes a esta estación. Azules cielo, celestes o cobaltos, tonalidades claras de marrón o crema, resultan todas opciones más interesantes. Frente a los siempre correctos pero a veces aburridos estampados lisos apostemos por otros más atrevidos. Cuadros ventana, rayas inglesas o diseños de fantasía aportarán el estilo relajado que reclama el verano. Linos, sedas, esterillas o alpacas deberían ser los protagonistas de las semanas de intenso calor que tenemos por delante. Las siempre actuales corbatas tricot de punto lisas o a franjas finas de colores imprimirán el toque veraniego al conjunto más formal.

A pesar de que sea frecuente vestir chaquetas de verano con pantalones de invierno deberíamos evitar mezclar prendas de diferentes estaciones. Resistámonos a dar por buena la máxima de que el calor es el mayor enemigo de la elegancia y durante el tiempo libre vistamos también con elegancia. A pesar del calor, sigamos apostando por camisas de manga larga y no caigamos en la tentación de vestir en ciudad como si estuviéramos paseando por la orilla del mar. Reservemos en exclusiva para esta última nuestras camisetas, pantalones cortos y chancletas de goma preferidas. Desterremos también el look más playero de los aviones y de cualquier otro lugar público. No obstante, cuando proceda, relajemos la vestimenta pero haciéndolo con estilo y clase. Las camisas de lino acompañando a las chaquetas más desestructuradas donde se prescinda de entretelas, hombreras y forros, nos vestirán correctamente por la noche sin añadir una pizca de calor. De preferir un aspecto más informal, durante las noches más frescas hagámonos acompañar de un jersey de punto y no de los invernales de lana. Los mocasines de pieles más finas sustituirán a los serios de cordones y se podrán vestir sin calcetines. De escoger un zapato que necesite de estos se debería optar por los de algodón y de alguna tonalidad alegre alejada del negro.

Por la mañana y durante el almuerzo los pantalones blancos de lino nos acompañarán con ese mínimo decoro que cualquier mesa requiere. Una camisa de lino remangada y unas esparteñas con seguridad completarán más estilosamente el conjunto que lo que lo haría una camiseta y unas chancletas de goma. De haber sido invitados a una fiesta al aire libre en algún destino tropical donde se vaya a vestir de esmoquin, recordemos que la conocida como classic warm jacket – la chaqueta blanca de esmoquin - sin ser la opción más formal, destacará nuestra presencia de manera acertada.

Si bien la vestimenta de corbata dice mucho de nuestro conocimiento de las normas básicas del buen vestir, es en los días libres y durante la época estival cuando nuestra ropa habla realmente de nuestro gusto, nuestro estilo y de nuestro verdadero yo.

Autor: Jose María López-Galiacho González.
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